9/20/2009

Gracias


Lo que parecía un caos organizar resultó ser una experiencia de lo más inolvidable.

Familiares, amigos, conocidos e, incluso, algunos por conocer hicieron de una fiesta de despedida algo mágico. Porque magia es el nombre que recibe el hecho que las personas hagan evadirse de los problemas o circunstancias a otras que necesitan apoyo para seguir con paso firme.
Nos vemos a la vuelta de las “vacaciones”…
Gracias.

9/13/2009

El mar es el llanto de los peces

He visto acampadas originales, preparadas (incluso) con muchísima antelación. Acampadas con mucha gente o de grupos que buscan en ella la de llevar a cabo alguna dinámica pero nunca he visto una acampada organizada de un día para otro y cuyos integrantes sean cinco amigos y ex compañeros de clase.

“Ende cuando” queríamos hacer una acampada así.

Cuando llegamos al lugar elegido y observamos una preciosa playa solitaria en la que apenas había gente y predominaban las casetas de campaña; una sonrisa “muy padre” se nos formó en la cara. Dicha alegría no duraría mucho pues al ver una playa tan hermosa pero ningún camino al más estilo urbano, hizo que cayéramos en depresión. Nuestra vida estaba al borde de un precipicio (nunca mejor dicho) mientras bajábamos: casetas de campaña, comida, bombona, parrilla, maletas, neveras,… Y todo esto para una simple noche. Pero lo conseguimos. Al pisar la arena de una playa que nos habían hablado pestes de ella, fuimos las personas más sudorosas y felices del mundo. Salitre y un olor a “sahumerio” no abandonarían nuestros cuerpos durante esos dos días. Acampamos al más estilo “boy scout” (perdón, sólo “scout” ya que también existen las “girl scout”) y pasábamos todo el día saliendo y entrando en el agua. Nuestros vecinos gitanos no tenían nada que envidiarnos pues ellos iban preparados como para pasar un mes allí, nosotros fuimos exactamente con las mismas intenciones aunque acabaron en dos tardes. Subimos una duna de unos setenta grados, hicimos comida en una barbacoa que se nos cayó a la arena nada más encenderse, comimos macarrones en plena orilla de la playa, disfrutamos de “hermosas” vistas de cuerpos avejentados naturistas, etc. Pasamos una acampada de “1000 €” porque no nos conformamos con vivir nuestro último momento juntos si no que, además, hicimos viajes en el tiempo y cantábamos y recordábamos canciones que caracterizaron nuestra infancia. Paridas a montones (“puede ser miembro de Al-kaeda o de Al-levantarse”, “necesito la fuerza de un jedai para poder mear”, etc.) y unos compañeros de ilegales que no olvidaré jamás: los perros.

Una salida de lo más singular y nunca olvidaré lo que en lo alto de la duna escuché a mi alrededor: “el mar es el llanto de los peces”.