8/30/2009

Una cena de lo más dicharachera

“¿No conocías El Tomate?” Y menos mal…

Podríamos definir la Vará del Pescao’ como una romería en la que los trajes típicos se esconden entre vaqueros y camisetas de propaganda y las carrozas en las que se suelen repartir queso, papas “arrugás”, chuletas o pellas de gofio; en esta fiesta se reparte pescado frito y poco más a lo largo de una gran avenida. Y es que si en muchas romerías ya han optado por prescindir de la ya famosa verbena final, en esta fiesta no sólo tienen verbena si no una música de lo más variada y mejor en plena orilla de la playa de Arinaga… Hasta ahora los ingredientes más “amateurs” para que unas personas de a pie de lo más comunes se cansaran y de ahí que quisieran buscar un “echadero” para comer…

Éramos nueve personas por las calles traseras de Arinaga buscando algún sitio en el que nos mataran el hambre o las ganas de comer (como prefieran). Dimos con un lugar de lo más “chano”… Fachada como si de una casa sin pintar se tratara, ausencia de luz, calle oscura, olor alcohólico, decoración de lo más variopinta y barata, etc. Confiados de nosotros pedimos sin ningún inconveniente a pesar de notar síntomas de agua mineral entremezclada con alguna sustancia que hacía que camareros, ayudantes, dueños y cocineros de aquel restaurante no pararan de reír, de mirar al horizonte sin parar y de otras muchas cosas más. Nos habían pedido la comanda bien (aunque un poco estresados), nos la habían servido, nos habían pedido la comida, nos la habían servido (media hora después) pero, lo peor llegó cuando decidimos pedir la cuenta. La ausencia de caja registradora por los alrededores hacía que nuestros cuerpos empezaran a temblar y los ojos a salirse de sus órbitas. A esto se le sumaba el estado de los que nos iban a cobrar y teníamos una parodia de lo más Cámara Oculta de alguna televisión (incluso lo llegamos a pensar). Mientras la camarera quitó de su sitio al más pequeño de nosotros, coge hoja y papel y se pone a hacer las cuentas como si de una niña de primaria se tratara, nosotros no dábamos crédito a ese momento. Escribía en los billetes cuánto nos tenía que devolver a cada uno de nosotros y sus compañeros no paraban de reírse de ella y las amistades de los dueños no cesaban de llegar a formar el espectáculo que, al igual que sus amigos, estaban un tanto perjudicados por el ya conocido alcohol. Cuando se disponía a devolver nuestro dinero nos definió como una “mesa lata”, es decir, que damos la lata a la hora de pagar. Pero, ¡Qué lata que nos dio ella!... Volvió para decirnos que no tenía cambio y todo esto mientras se tiraba al suelo de la risa arrepintiéndose por ir a trabajar ese día, los gritos de sus compañeros y miradas asesinas y cómplices que provenían de las otras mesas. Todo un show… (Nunca mejor dicho). Finalmente pagó una sola persona y todos nos tuvimos que buscar la vida para compensar con la misma.
Volvimos a la Vará, vimos los fuegos, disfrutamos de la mejor música en la avenida y nos fuimos dispuestos a empatar esa noche con la amanecida en Melenara.

8/26/2009

Potolona

Mi aburrimiento debido a la larga espera que estaba sufriendo por el lento arreglo femenino se desplomó cuando vi aparecer a una mujer de unos dos metros de largo sin tacones que desbordaba alegría y simpatía por otros dos metros más.

Entre cerveza y cerveza y comida realizada totalmente por ellas y que no se les vio ni el detalle de invitar; a Elena (sí, esa chica que perfectamente podría ser un nuevo Michael Jordan femenino de nuestros tiempos) le dio por contarnos una historia para no dormir…

Eran las 7:05 a.m. del día 24 de julio. Elena, como tantos otros veranos, se encontraba en el aeropuerto esperando su vuelo rumbo Gran Canaria que le depararía su anhelado hogar y a una madre dispuesta a inyectarle comida por las venas. Al menos eso pensaba Elena ya que cada viaje que hacía a nuestra isla su madre le recordaba lo poco que comía con expresiones como: “¡ayyy mi niñaaaa que me viene desnutrida, que no me ha comido nada, que estas con carilla de angustia y pena por la falta de vitaminas y minerales... Siéntate y come mi amor!...”
Pero el hecho que hacía que Elena recordara estas palabras no era para nada lo que ocurriría en la realidad. Fue un momento fugaz que nuestra ingeniera alemana, casi jugadora de baloncesto, imitadora de cucarachas debido al excesivo uso de cervezas, modelo de tacones grandes a pesar de su tamaño, miss simpatía y chica polifacética hubiera preferido no haber vivido.
Ocho horas de vuelo (nada más y nada menos) para que cuando Elena entrase por la puerta el mundo diera una vuelta de trescientos sesenta grados: la madre convertida en fiera analizaba con rayos “x” a su presa (su hija) y sin importarle las croquetas o empanadillas que en otros recibimientos le había hecho, adopta una posición de asombro e incredulidad y sin pelos en la lengua se atrevió a decirle a su tesoro alemana: “¡hija mía, estás un poco POTOLONA!”…

Esta anécdota me fue contada antes de mi turno para entrar a la ducha y estoy completamente seguro que los vecinos (tanto por un lado como por el otro) oyeron mis carcajadas solitarias tras diez minutos de momento húmedo y enjabonado.

8/04/2009

Más hermano que nunca


Tras la llamada telefónica que no me creía y les repetía que me juraran que era verdad y los “rechinches” de mi madre de cómo iba a entrar en Gran Hermano si ya tenía todo pagado en Madrid, las motivaciones de Tania que ella me defendería en plató y los múltiples comentarios como si mi contrato en el programa ya estuviese firmado… Me dispuse a comenzar el casting presencial (lo de presencial suena muy bonito).

Las cuatro de la tarde y las sesenta personas allí reunidas en la segunda sesión veíamos como tres elegidas en el turno anterior terminaban el psicotécnico en el salón de actos donde debíamos rellenar un cuestionario con un código y firmar unos derechos de imagen. Hasta ahí todo bien pues todo el mundo estaba deseoso de pasar a la acción. Tras eso la planta diez del hotel nos esperaba… Una simple y humilde psicóloga venezolana mandaba a la “Base de Datos” a todos aquellos que creía no aptos para pasar a la siguiente y última fase. Las preguntas al más estilo: “¿por qué quieres entrar en la casa?”, “¿cuál es la mayor locura que has hecho en tu vida?”, “¿conoces a alguien más que se haya presentado al casting?” Estas eran las más sonadas mientras leía como si nada la redacción que nos habían mandado a hacer y las fotos a imprimir. A mi terminó por decirme: “No sabemos lo que hacer contigo pero… te vamos a mandar a la Base de Datos y ya te llamaremos”… Qué bonito, una de dos: nos lo diría para no causarnos un gran trauma o para ser políticamente correcta (Que a la larga viene siendo lo mismo). Tras eso vendría una prueba de cámara y el psicotécnico… Que de noventa personas presentadas hasta mi turno sólo consiguieron pasar cuatro.
Sin duda alguna, fue una tarde diferente y que no me arrepiento de haber vivido. Como en todo casting había gente de lo más singular: peluqueras que se permitían el lujo de ir vestidas como de andar por casa, chicas con el pelo de múltiples colores, la típica hija que va acompañada con la madre y la madre es la “jovenzuela” del barrio y se atreve con expresiones como: “si yo ya ligo fuera de la casa, dentro de la casa ¡vamos! Los tendría a todos cachondos” (Pésima)… Rostros que iban en busca de la fama y otros que ya eran conocidos por su paso en otros programas de televisión como Adriel (ex componente de United en la primera edición de Factor X) y una chica de cuyo nombre no consigo acordarme y que formó parte del grupo de musas del “super”programa de Carlos Baute… En fin, me quedo con las chicharreras y el chicharrero que conocí en la cola.
¿Repetiría? Por qué no… En un futuro formaré parte del equipo interno.

Ahora me centraré en mi próxima producción: “21 días viviendo como un coyo” o “21 días analizando las clases sociales” (lo que prefieran) y recuerden que “el respeto es la base y los pilares fundamentales de amistad” (cita célebre)