8/26/2009

Potolona

Mi aburrimiento debido a la larga espera que estaba sufriendo por el lento arreglo femenino se desplomó cuando vi aparecer a una mujer de unos dos metros de largo sin tacones que desbordaba alegría y simpatía por otros dos metros más.

Entre cerveza y cerveza y comida realizada totalmente por ellas y que no se les vio ni el detalle de invitar; a Elena (sí, esa chica que perfectamente podría ser un nuevo Michael Jordan femenino de nuestros tiempos) le dio por contarnos una historia para no dormir…

Eran las 7:05 a.m. del día 24 de julio. Elena, como tantos otros veranos, se encontraba en el aeropuerto esperando su vuelo rumbo Gran Canaria que le depararía su anhelado hogar y a una madre dispuesta a inyectarle comida por las venas. Al menos eso pensaba Elena ya que cada viaje que hacía a nuestra isla su madre le recordaba lo poco que comía con expresiones como: “¡ayyy mi niñaaaa que me viene desnutrida, que no me ha comido nada, que estas con carilla de angustia y pena por la falta de vitaminas y minerales... Siéntate y come mi amor!...”
Pero el hecho que hacía que Elena recordara estas palabras no era para nada lo que ocurriría en la realidad. Fue un momento fugaz que nuestra ingeniera alemana, casi jugadora de baloncesto, imitadora de cucarachas debido al excesivo uso de cervezas, modelo de tacones grandes a pesar de su tamaño, miss simpatía y chica polifacética hubiera preferido no haber vivido.
Ocho horas de vuelo (nada más y nada menos) para que cuando Elena entrase por la puerta el mundo diera una vuelta de trescientos sesenta grados: la madre convertida en fiera analizaba con rayos “x” a su presa (su hija) y sin importarle las croquetas o empanadillas que en otros recibimientos le había hecho, adopta una posición de asombro e incredulidad y sin pelos en la lengua se atrevió a decirle a su tesoro alemana: “¡hija mía, estás un poco POTOLONA!”…

Esta anécdota me fue contada antes de mi turno para entrar a la ducha y estoy completamente seguro que los vecinos (tanto por un lado como por el otro) oyeron mis carcajadas solitarias tras diez minutos de momento húmedo y enjabonado.

No hay comentarios: