3/28/2009

Se suponía, de suponer

Se suponía que el sábado 28 me dirigiría por la mañana hacia El Muelle y, por la noche, iríamos a triana y a cenar a un restaurante italiano… Se suponía, de suponer.

Había quedado a las 12:30 en casa de Xiomara con ella y Carla para que la madre de la primera nos llevara al centro comercial y estuvimos esperando por la madre como una hora. Llegué, toqué el timbre junto a Juanje (que lo había encontrado de camino a la casa y desconocía que él también nos fuera a acompañar) y oí muchas risas: “Ñoss Carla y Xiomara están enrraladas eh” pensé. Nos abrieron: “Pasen para la habitación de Xiomy que el piso está mojao’ y tardé porque me estaba secando el pelo…”

En la habitación de Xiomara pasamos la hora entera de la que les hablé con anterioridad. En ella, Carla nos contaba su experiencia de su primer día de prácticas. Tocó la madre de nuestra amiga y nos dice: “Chiquillos voy al Hiperdino un momento y cuando llegue les llevo…” “Vale, vale no pasa nada…” (…) Aproveché para ir a cambiarme a mi casa (tenía que cruzar un simple paso de peatones) y me encuentro a mi madre con una tarta de cumpleaños y las velas 1 y 8… ¿sospechoso? No.

Volví a la casa de la que parecía que nunca iba a salir y nos marchamos… “¿Xiomy tu cogiste mi cartera? ¡Ayyyy que me la deje en casa de Librada (madre de Néstor)! Es que no puedo estar en toco chica, cocino yo sola, limpio yo sola, te llevo yo sola,…” En fin, destino: Montaña Las Palmas en busca de la cartera perdida. Cuando llegamos, Librada iba saliendo y entramos todos a buscar la cartera… y cuando entro…

¡¡¡SORPRESAA!!! ¡¡¡FELICIDADES!!!...

Caí en la cuenta que todo lo que me rodeaba era una “vil” mentira… Llegó la hora de las explicaciones:

-Cuando toqué y oí muchas risas en casa de Xiomara no estaba ella sola con su madre y Carla, no. También estaban Adaya y Tania que habían llegado tarde y debían haber estado en casa de Néstor para darme la sorpresa. Al ver que yo llegaba, corrieron a esconderse hacia el baño y, por eso, me encerraron en la habitación de mi amiga con la “basta” excusa de: “el suelo está mojado”… Gilipollas de mí. Una vez encerrado en la habitación, cuando Mency nos dijo que iba al Hiperdino un momento, Tania y Adaya aprovecharon para salir gateando por el pasillo para que Mency las pudiera llevar a casa de Néstor y su madre Librada…
-Y lo que venía es de suponer… La excusa que se había dejado la cartera en casa de Librada: para llevarme arriba…

“¡Cabrones! Hijueputas ¡Maná de huevones!”…

No cambio por nada del mundo el día de hoy… Rodeado de la gente que verdaderamente me importa…

Hoy las 2 serán las 3…

3/20/2009

Gordo como un cochino

Nunca olvidaré aquella mañana…

Los jueves eran los días de placer y éxtasis extremos. Primos, tíos, noviazgos pasajeros, amistades de playa,… Todos nos reuníamos debajo de una alta palmera situada en el muro que separa la playa de Anfy de su misma avenida. Si ya esto producía un orgasmo continuo cada semana, quedarme en casa de mi prima para despertar en una mañana de verano oliendo a sal, era mejor.

La mañana parecía tranquila. Yo dormía en la habitación con Mary, mientras Bea estaba en el salón con su novio. Pasos, risas y gritos eran los detonantes de una mañana movida en vez de tranquila. Introduje mis pies en un mundo de pelos denominado “babuchas” y me dirigí hacia la cocina. Allí, mi tía con su amiga bebían café. La amiga no era un ser humano. A parte de ser una becerra que soltaba cosas encadenadas por la boca, era una cafetera andante. Mi cara simple, sin ningún tipo de sonrisa que demostrara amabilidad o, al menos, falsedad por tener el gusto de conocerla y unas ganas de comer que me tiraban “pa’ atrás”.

-¡“Adolfito”! (mote que me pusieron desde mi nacimiento y que, en la actualidad, conservo por parte de mi familia a igual que: “el niño”. Es lo que tiene ser hijo de otro Adolfo.) ¿Quieres algo para comer?

-No Teresa, muchas gracias.- mentí.

-¡Adolfito! ¡POR DIOS! ¿CÓMO NO VAS A COMER NADA?

-No, no,… Gracias de todas formas.

Entonces pasó. A la milésima de segundo la becerra de la amiga soltó una de sus maravillas que marcó mi verano de mi duodécimo año de vida…

-¿CÓMO LE VAS A DAR DE COMER? SI ESTÁ… ¡¡¡GORDO COMO UN COCHINO!!!...

…Y se hizo el silencio… Noté que mi tía salió en mi defensa y mis primas, al igual que yo y el novio de mi prima “la chica” nos empezamos a reír. Mi risa era el factor común de una depresión resultado del comentario…
Sin duda alguna, tuvimos tema de conversación para todo el día. (Me reí eh, y mucho). [Comentarios que predominaban: “tú no le hagas caso mi niño, no ves que es tu “CONSTITUCIÓN”… ¿no les suena típico? Lo he oído toda mi vida, hasta cuando en mi última revisión en el pediatra la médica soltó otra maravilla como la de: “A ver vamos a pesarte… ¡Pero bueno!... ¡80!... ¡Estás obeso!... ¡No me apareces ni en la cuadrícula de peso normal para tu edad!...”]… Ni la natación ni el taekwondo…

Pero ese no fue el suceso más importante del día. Bueno, sí. Como cada jueves, por la tarde y después de comer, nos íbamos a comernos el “polo” típico y a “caminar”. Nos subimos en el ascensor de cristal que atravesaba la montaña y nos colábamos en las piscinas del hotel de la playa. Nunca nos pillaban. Éramos los más “chanos” pero, no nos pillaban. Ese día, sí. Recuerdo que, además, iba Lorena (amiga de mi prima) con nosotros. La denominamos, a partir de ahí, como: “gafe”. (Porque, aparte de lo que les voy a contar, el coche se nos quedó sin batería…) Se acerca el segurita del hotel y nos dijo que hiciéramos el favor de acompañarle. Nos bajó por el ascensor de tercera clase que conducía a la calle. Una mirada y ese gesto nos bastaron para entender que nos habían pillado y nos estaban echando.

-¿Ahora qué? ¿Para el cuartelillo, no? (qué simpática mi prima. La cara del segurita… no hace falta descripción)

Ahora nos dedicamos a ir a Amadores…

3/10/2009

Yo Tintín


El mundo de Tintín es más divertido que éste. Aquí hay demasiadas cosas que no entiendo y me ponen nervioso. En las historias de Tintín se nota enseguida quiénes son los malos, o cuándo hay algún peligro. Pero aquí no se sabe nunca cómo va a terminar todo y, aunque seas muy bueno, no es seguro que vayas a ganar.

Cuanta razón junta...

3/08/2009

Completo para el sábado


¿Quieres un completo para el sábado?
Si ya era poco estar arreglando pequeños detalles del disfraz, gastando grapas “a punta pala” y comprobando que el pegamento de tela es el peor pegamento del mundo y que en vez de llamarse así debería recibir el nombre de “me quedo duro al instante”, la tarde fue bastante movida…
Como muchos saben, a falta de sábados y domingos en el mundo para celebrarse un bautizo o la cabalgata de Telde, me coincide TODO el día 7 de marzo que, por cierto, pasará a la historia.
El día se caracterizaba por estar nublado y el “chispi-chispi” molestaba más que el granizo. En la Iglesia, me enteré de que los bautizos duran media hora y que el atuendo más adecuado para ir es el chandal. Felices todos después de ver como bautizaban a la pequeña Carolina nos dirijimos a la celebración en los confines del mundo pero, la felicidad seguirá siendo la clave en el ambiente…
Después de “jartarnos” a pan y ali-oli y comer de todo un poco, llega el momento de sacar fotos. Sí, llegó el momento:
-¡Adolfo, sácame una foto!
-Espérate que muevo un poco la silla…
¡PUM!¡PUM!¡PUM!...
(“Se rompió”, “¿estás bien?”, “jajajajajajajaajajajajaa”,…)
Mi perspectiva desde el suelo era como la de un niño pequeño que viene al mundo. Yo abajo y todos arriba. Buscando la manera más estúpida e incómoda de incorporarme a la silla que me la había jugado, miré hacia la chica que tenía a mi lado y empecé a reir. Todos empezaron a reir. Más risa para todos. Siguieron riendo. Seguía partiéndome el culo. No había invitado a la celebración que no haya oído ni visto semejante escena y, mucho menos, que me viesen asomar la cabeza por encima de la mesa de madera tapada con un mantel de papel, intentando buscar aquella persona a la que le contara la historia y me dijera: “¡ay no te vi!”. Por fin, encontré a quien me trajera a la cabalgata de Telde. Ahí me harté a reir y a contar mi experiencia que nadie creía. La noche estuvo amenizada por muchas mascaritas que no se conformaron con ver el disfraz sino con tocar las “teclas” (nunca mejor dicho): ingleses vacilando a las abejas, el “increíble” amor de las mismas, las narices rotas de payasas, el “combo dominicano” haciendo desaparecer a la gente por arte de magia, los “tuentis” regalando fotos como si de algo importante se tratara, etc. Hicieron de la mierda del carnaval de Telde, una gran noche.
Esta vez, el comentario más gracioso fue: “¡Chacho tio! Te voy a dar mi premio al mejor disfraz original de todos los carnavales… ¡Ahhhh! Pero no sabes cual es la sorpresa…”
Sólo nos queda esperar al 21…

3/05/2009

Quita que me pintas

Recuerdo aquella época en la que el parque Pinocho era “lo más de lo más” en Telde:
“¿A dónde fuiste el domingo? Al parque Pinocho…”

También, recuerdo perfectamente vestirme (con la ayuda de mi madre) y ponerme esos calzoncillos que nuestras madres elegían, creyendo tener buen gusto, de la primera estantería del 99 que se encontraba nada más entrar en la tienda y que los dibujitos de la película Disney del momento predominaban por “doquier”. Tras los calzoncillos venían los calcetines. ¿Cómo poder definir semejantes calcetines? Eran de un blanco puro, no se ensuciaban ni escribiendo con permanente en ellos. Su caracterización: numerosos agujeros sincronizados y del mismo tamaño que dejaban ver la suave piel del tobillo y la pierna entera, prácticamente, porque esos calcetines estaban ideados para ser de la realeza o actuar de airbag si las diminutas piernas me fallaban mientras jugaba a las cogidas. No obstante, eran los que se llevaban… Las niñas de comunión no tenían absolutamente nada que envidiar. Después venían la camiseta y el pantalón a juego porque si no, no se salía a la calle. En ese momento, una camiseta amarilla poniendo a moda los colores llamativos en los carteles de: “SE BUSCA”, conjugándola (como ya dijimos) con el pantalón de mismo color y unas zonas verdes tanto arriba como abajo.

Hasta ahora una vestimenta típica de los años 90 y que las amigas de nuestras madres nos regalaban en algún cumpleaños para salir del paso con la excusa de: “es que es lo que necesita”. Pero, de esto, lo más estúpido es que después de ver nuestras caras de decepción, al ver que el paquete de regalo no era una caja enorme con un contenido tecnológico sino ropa, nuestras madres afirmaban: “ayyy mira lo que necesitabas…” Por supuesto, la cara correspondiente del pequeño no hace falta descripción. ¿A quién (siendo pequeño) le gustaba que le regalasen ropa? El cuento no ha terminado… porque después de los calzoncillos de rombos rojos, los calcetines, la camiseta y el pantalón amarillo combinándolos con verde venían los zapatos. En esa época no existían las “all star”, ni las “vans”, ni las “victorias”, ni las “pumas”, ni las “tiburones”, ni el coño de su madre,… para ir al parque mi madre me ponía con esa ropa unos zapatos de Pablosky negros… Toda una combinación que ni David Delfín…

La historia no es la de la ropa que me puso mi madre esa tarde, no. Ni mucho menos. Era una tarde aburrida, ningún niño con el que jugar ni niña a la que molestar. Estaba cansado de jugar sólo y me senté al lado de mi madre a merendar. Lo solitario de nuestra existencia se acabó pronto cuando vi venir con esos ojos negros diminutos, sin gafas y teniendo la falta de vista que todavía conservo, a dos mujeres de chocolate. Mi cara lo decía todo. Mientras bebía el zumo y no las perdía de vista, mi cabeza daba vueltas y no pensaba en el chocolate sino en otra cosa… El momento llegó, sí. Se sentaron a mi lado y ya no me importaba que se enterasen de que las estaba mirando. Es más, quería que les quedara claro que las estaba mirando porque el color de su piel no lo había visto nunca hasta ese entonces. El pico de oro que le decían las chicas del Supermercado a mi madre cada vez que yo le acompañaba a comprar “porquerías”, hizo su efecto en el recuerdo más vergonzoso de su vida. La miraba, me quité el zumo de la boca y la abrí: “¡OYE! Quita que me pintas…” Ininteligible. Lo mejor de todo es que nunca he recibido una educación racista ni lo soy o me considero. La cara de mi madre se volvió del blanco de los calcetines y, hoy en día, cada vez que se acuerda de ese suceso, se ríe.
“No va a caer en depresión ahora, tampoco…"